lunes, 29 de octubre de 2012

MENDICIDAD INFANTIL


La mendicidad es producto y consecuencia, entre otros factores, de la marginación económica. Aun siendo una actividad improductiva y parásita está incluida en el sector de la economía como la más residual y precaria. 



La mendicidad se ha reproducido con rapidez generando unos niveles de actividad entre cuatro y seis veces mayores que los existentes a finales de la década de los 90.
La limosna constituye un fenómeno reproductor de la mendicidad, en tanto que posibilita un efecto continuista. Las personas que donan limosnas satisfacen la necesidad momentánea del mendigo, y, al mismo tiempo, favorecen su conciencia personal. En muchos casos, la limosna no es más que un remedio contra la “vergüenza ajena”. Se da limosna y se libera el remordimiento de conciencia.


Los niños o niñas se ven obligados a la realización continuadamente de actividades o acciones consistente en demandas o pedido de dinero en la vía publica, este tipo de Maltrato se encuentra muy relacionado con la Explotación Laboral ya que son asignados a los mismos con el objeto de obtener un beneficio económico, sin tener que realizar, los adultos, ninguna otra tarea.


Durante los últimos años se ha visibilizado la presencia por temporadas y en número cada vez mayor de niños, niñas y adolescentes que piden caridad en las calles de las ciudades grandes del país. Lamentablemente detrás de esa problemática no se esconde solamente la pobreza de las familias, sino el delito de trata de niños, niñas y adolescentes, con fines de mendicidad.


La trata de niños y niñas con fines de explotación laboral y mendicidad es un negocio estimulado por mafias tanto locales, como internacionales, que identifican su población objetivo, precisamente en zonas y sectores rurales preferentemente indígenas de gran precariedad económica. En el Ecuador se verifica que las provincias expulsoras son las de la Sierra Centro y las ciudades receptoras las capitales de provincia; lamentablemente se registran casos en los cuales niños y niñas ecuatorianos han sido alquilados por sus padres para que mendiguen en ciudades de otros países como Colombia, Perú y Venezuela.

El circuito de trata inicia con el contacto que establecen ciertos personajes de las propias comunidades quienes proponen a lo padres de los niños y niñas que les presten sus hijos por un mes o más tiempo y a cambio les dan una cantidad de dinero. Estos niños son trasladados a las ciudades de destino y son obligados a mendigar en las calles bajo la vigilancia de personas adultas que se aseguran que cumplan con los montos establecidos por día. Cuando no mendigan, permanecen en casas alquiladas para el efecto.


A pesar la inexistencia de estadísticas oficiales, se calcula que en las tres ciudades receptoras al menos existen 1500 niños y niñas víctimas de ese delito, que no necesariamente son los mismos niños porque una de las estrategias de los tratantes es rotar la población. Entonces será común de una misma familia varios niños sean obligados a mendigar.


Frente a esta problemática es imprescindible que el estado ecuatoriano adopte medidas urgentes y radicales, para enfrentar las causas en las comunidades de origen así como las consecuencias de la violación de derechos de los niños y niñas.


Se han vuelto parte del paisaje urbano, son parte de la realidad, están en todas partes, calles, negocios, a toda hora del día, bajo un sol abrasador o bajo la lluvia más cruel. Son los niños pobres de nuestro país. Aquellos que se ven despojados de su mundo infantil para formar parte del mundo adulto.
Sin embargo, por triste que sea, estos pequeños se adaptan al mundo de los grandes. Van solitos por la ciudad, la recorren, la conocen quizás más que nadie.

Las calles son su casa, el cielo su techo, frías y sucias baldosas su cama y diarios sus cobijas.
Recorren sus dominios con absoluta seguridad, se agrupan ,saben dónde obtener un colchón para la noche. Conocen el valor del dinero, lo piden, lo mendigan, lo manejan, lo negocian.

Mas da tristeza ver que sus dominios no sean el patio de una escuela, que no se agrupen en aulas, que no duerman en una cama. Qué tristeza que la vida les robe lo más hermoso y aquello que jamás vuelve, una infancia de niño.
Es una pregunta con muchas respuestas, no todas las respuestas están en nosotros, hay cosas que como ciudadanos, sin poder, no podemos hacer, sin embargo, hay otra que sí.
No esquivarlos cuando nos encontramos con ellos, ya bastante tienen con que los esquive el poder, los gobiernos de turno para los cuales ellos son una prioridad.




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