La
mendicidad es producto y consecuencia, entre otros factores, de la marginación
económica. Aun siendo una actividad improductiva y parásita está incluida en el
sector de la economía como la más residual y precaria.
La
mendicidad se ha reproducido con rapidez generando unos niveles de actividad
entre cuatro y seis veces mayores que los existentes a finales de la década de
los 90.
La
limosna constituye un fenómeno reproductor de la mendicidad, en tanto que
posibilita un efecto continuista. Las personas que donan limosnas satisfacen la
necesidad momentánea del mendigo, y, al mismo tiempo, favorecen su conciencia
personal. En muchos casos, la limosna no es más que un remedio contra la
“vergüenza ajena”. Se da limosna y se libera el remordimiento de conciencia.
Los
niños o niñas se ven obligados a la realización continuadamente de actividades
o acciones consistente en demandas o pedido de dinero en la vía publica, este
tipo de Maltrato se encuentra muy relacionado con la Explotación Laboral ya que
son asignados a los mismos con el objeto de obtener un beneficio económico, sin
tener que realizar, los adultos, ninguna otra tarea.
Durante
los últimos años se ha visibilizado la presencia por temporadas y en número
cada vez mayor de niños, niñas y adolescentes que piden caridad en las calles
de las ciudades grandes del país. Lamentablemente detrás de esa problemática no
se esconde solamente la pobreza de las familias, sino el delito de trata de
niños, niñas y adolescentes, con fines de mendicidad.
La
trata de niños y niñas con fines de explotación laboral y mendicidad es un
negocio estimulado por mafias tanto locales, como internacionales, que
identifican su población objetivo, precisamente en zonas y sectores rurales
preferentemente indígenas de gran precariedad económica. En el Ecuador se verifica
que las provincias expulsoras son las de la Sierra Centro y las ciudades
receptoras las capitales de provincia; lamentablemente se registran casos en
los cuales niños y niñas ecuatorianos han sido alquilados por sus padres para
que mendiguen en ciudades de otros países como Colombia, Perú y Venezuela.
El
circuito de trata inicia con el contacto que establecen ciertos personajes de
las propias comunidades quienes proponen a lo padres de los niños y niñas que
les presten sus hijos por un mes o más tiempo y a cambio les dan una cantidad
de dinero. Estos niños son trasladados a las ciudades de destino y son
obligados a mendigar en las calles bajo la vigilancia de personas adultas que
se aseguran que cumplan con los montos establecidos por día. Cuando no
mendigan, permanecen en casas alquiladas para el efecto.
A pesar
la inexistencia de estadísticas oficiales, se calcula que en las tres ciudades
receptoras al menos existen 1500 niños y niñas víctimas de ese delito, que no
necesariamente son los mismos niños porque una de las estrategias de los
tratantes es rotar la población. Entonces será común de una misma familia
varios niños sean obligados a mendigar.
Frente
a esta problemática es imprescindible que el estado ecuatoriano adopte medidas
urgentes y radicales, para enfrentar las causas en las comunidades de origen
así como las consecuencias de la violación de derechos de los niños y niñas.
Se han
vuelto parte del paisaje urbano, son parte de la realidad, están en todas
partes, calles, negocios, a toda hora del día, bajo un sol abrasador o bajo la
lluvia más cruel. Son los niños pobres de nuestro país. Aquellos que se ven
despojados de su mundo infantil para formar parte del mundo adulto.
Sin
embargo, por triste que sea, estos pequeños se adaptan al mundo de los grandes.
Van solitos por la ciudad, la recorren, la conocen quizás más que nadie.
Las
calles son su casa, el cielo su techo, frías y sucias baldosas su cama y
diarios sus cobijas.
Recorren
sus dominios con absoluta seguridad, se agrupan ,saben dónde obtener un colchón
para la noche. Conocen el valor del dinero, lo piden, lo mendigan, lo manejan,
lo negocian.
Mas da
tristeza ver que sus dominios no sean el patio de una escuela, que no se
agrupen en aulas, que no duerman en una cama. Qué tristeza que la vida les robe
lo más hermoso y aquello que jamás vuelve, una infancia de niño.
Es una
pregunta con muchas respuestas, no todas las respuestas están en nosotros, hay
cosas que como ciudadanos, sin poder, no podemos hacer, sin embargo, hay otra
que sí.
No
esquivarlos cuando nos encontramos con ellos, ya bastante tienen con que los
esquive el poder, los gobiernos de turno para los cuales ellos son una
prioridad.
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